#7. Para leer al buen vecino Walt Disney
Walt Disney lideró una expedición por Latinoamérica como parte de la Política de Buena Vecindad de la que nacieron Saludos Amigos o Los tres caballeros. ¿Qué escondía ese viaje de intenciones difusas?

¡Hola! El séptimo número de este modesto boletín será el primero que le dediquemos al mal. La Casa del Ratón ha reproducido actitudes monopolísticas desde que existe, y todavía es un agente clave en la industria audiovisual mundial por su músculo económico y su capacidad de influencia. Hoy nos centramos en un episodio que podría pasar por anecdótico pero es clave para el devenir presente de Disney y su política de apropiación: el tour por América del Sur de Walt y compañía. ¡Comenzamos!
Un tiburón en la Casa del Ratón
Walt Disney fue un tipo muy comprometido con su nación, o, más bien, con su idea de nación: el dinero. Una aproximación que ayuda a entender la toma decisiones del mandamás de la Casa del Ratón en la década de 1940, una que debía haber sido de establecimiento de su empresa y, en realidad, fue bien compleja: al estreno en 1937 de Blancanieves y los siete enanitos, primer largometraje de animación en color de la historia (el primero de animación fue El apóstol y el primero sonoro fue Peludópolis, ambos de Cristiano Quirino y ambos perdidos) le seguirían Pinocho y Fantasía, sendos fracasos en taquilla en comparación al éxito de la primera princesa del estudio.
Al igual que a todo tipo de negocios, la gran depresión y la guerra afectaron a Disney. Pero también lo hicieron factores como su primera huelga de trabajadores (en la que los mandatarios de la compañía mantuvieron una visión similar a las actuales de la WGA y SAG-AFSTRA o Disneyland París) comandada, entre otros por Art Babbitt, a la que Walt se enfrentó de la única manera que entendió como posible en su mentalidad de tiburón anticomunista: echando a trabajadores, pagando mal a los que dejó en plantilla y apartándose de las negociaciones con el sindicato para marcharse a América del Sur y blanquear su imagen internacional mientras capeaba su deuda millonaria buscando nuevos nichos de mercado.
No podemos afirmar que el tour de Disney y compañía por América Latina fuese una respuesta huidiza a la huelga de animadores que, tras los acuerdos de sus colegas en otras compañías, se quejaran de que Walt invirtiese los ingentes beneficios de Blancanieves en la monumental sede de la compañía en Burbank antes que en la mejora de salarios, aunque es tentador ligar ambos fenómenos. En todo caso, la huelga comenzó el 28 de mayo de 1941 y se extendió hasta el 30 de julio del mismo año, y sus consecuencias se mantendrían durante la primera mitad de la década, demandas incluidas, mientras que el viaje de Walt y el “Grupo”, una comitiva de 18 personas (entre las que estaban artistas como Mary Blair acompañada de su marido Lee, Norm Ferguson, Frank Thomas o Herbert Ryman, además de la esposa de Disney, Lillian), se extendió entre el mediados de agosto y finales de noviembre del mismo año.
Enmarcado en las acciones de la Política de Buena Vecindad, estrategia impulsada por la administración de Roosevelt para cambiar el modelo intervencionista que Estados Unidos mantuvo en territorio latinoamericano por un marco de influencia más sutil sobre estas regiones, el tour de Disney por América Latina llevó a Walt y al resto de animadores que le acompañaron por diferentes localizaciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Guatemala, México o Uruguay. Un viaje del que existe literatura reducida o de difícil acceso, y donde priman las versiones corporativistas de la compañía o de las intenciones declaradas en la Política de Buena Vecindad, si bien estas últimas sí han sido sujeto de estudio frente al discurso de su supuesta importancia para paliar el ascenso del nazismo en territorio latinoamericano1.
Embajadores de una voluntad difusa
La Oficina del Coordinador de Asuntos Interamericanos (originalmente, la Oficina para la Coordinación de Relaciones Comerciales y Culturales entre las Repúblicas Americanas), agencia estadounidense comandada por Nelson Rockefeller para contrarrestar la propaganda alemana e italiana a lo largo y ancho del continente americano (y, de paso, hacer propaganda sobre Estados Unidos en estos territorios), fue un órgano fundamental para la Política de Buena Vecindad. A través de su División Cinematográfica, dirigida por John Hay Whitney, promovió activamente una imagen estadounidense positiva y a la que aspirar entre los ciudadanos de las naciones de América Latina.
La división también se preocupó por el estereotipo que, hasta la fecha, había construido el imaginario de Hollywood en torno a lo latino. De ahí nació, primero, la negociación de Whitney con Joseph Breen y William Hays para que, dentro de los organismos que supervisaban el cumplimiento del Código Hays, se creara una sección específica encargada de revisar que la representación latina no hiriera sensibilidades, una iniciativa que tuvo pocos frutos a tenor de las películas que se siguieron haciendo. A esta labor se sumó otra fundamental para los intereses estadounidenses: la promoción de giras de embajadores culturales, como la realizada en 1941 que ocupa este boletín o las de personajes de la talla de Orson Welles, Rita Hayworth o John Ford.
Hay, de hecho, quien destaca el viaje de Disney como uno de los grandes logros de la división cinematográfica de Whitney: no en vano, la comitiva de Walt poco tenía que ver con las visitas propagandísticas de figuras diplomáticas, pues el creador de Mickey Mouse era toda una estrella que se interesaba por las regiones latinoamericanas2. Aunque la primera reacción de Disney fuera rechazar el encargo, ya que no estaba por la labor de ejercer como diplomático, la posibilidad de buscar inspiración y rodar en estos territorios le hizo cambiar de opinión. También ayudó la generosa oferta económica de 70.000 dólares para sufragar el viaje y el adelanto de 50.000 dólares por cortometraje, con la división cinematográfica como productora.
Los testimonios más directos recogidos por el viaje de Disney son los que se pueden ver en South of the Border with Disney y Walt y El Grupo, sendos documentales que, desde su presente y desde la revisión del pasado, narran el viaje promovido por la Casa del Ratón que, sobre el papel, tuvo dos intenciones principales: la de frenar la llegada del fascismo y el nazismo a América Latina y la de buscar nuevas inspiraciones para películas animadas de la compañía. A estas, siempre habría que sumar la sospecha de más oscuras voluntades: la de consolidar y mejorar la imagen de Estados Unidos y el american way of life en toda América, y la de reflotar la lastrada economía de Disney tras el nefasto inicio de la década de los cuarenta. El podcast del Walt Disney Family Museum le dedicó un reciente episodio a esta visita:
Entre los hitos de este viaje de dos meses y medio de viaje, algunos de los más representativos fueron la visita a Brasil, donde el presidente de la época, Getulio Vargas (mantenido en el poder desde 1937 tras un golpe de estado), ofreció una cena de gala para Walt y compañía3. La parada en Argentina fue también fructífera: el Grupo se encontró con Cristiano Quirino, que recomendó a Walt un encuentro con el artista Florencio Molina Campos, artista que colaboraría en la realización de varios de los cortometrajes que compondrían Saludos Amigos, centrados en la figura del gaucho. También relevante fue la visita a Chile, donde, por mediación de Carlos Reyes Corona, agregado de Prensa de Chile en Washington, Disney conoció a unos jóvenes Carlos Trupp y Jaime Escudero, a los que animó a seguir con la producción de 15.000 dibujos, primera película de animación chilena de la historia.
La Otredad desde el prisma Disney
El resultado de este viaje se plasmó en Saludos Amigos y Los tres caballeros, dos películas que abordaron cierta idea de identidad de Latinoamérica a través de segmentos que combinaban animación e imagen fotográfica y donde la música y el desquicie brillaban como protagonistas. Ambas obras, muy estudiadas por su aproximación a la otredad desde la óptica yanqui, reflejan lo esperable: que este viaje de buena voluntad fue un ejercicio de poscolonialismo para acercar a las audiencias estadounidenses a una nueva imagen sobre sus vecinos del sur, y que siguió reproduciendo estereotipos flagrantes. Así lo explica Karen S. Goldman:
(…) while Saludos Amigos and The Three Caballeros where commissioned, in part, to dispel negative stereotyping of Latin Americans in Hollywood cinema, close analysis reveals that the films actually promote other, no less inaccurate stereotyes, and, in particular, underscore the longstanding unequal relationship between the U.S. and Latin America.4
Estas películas, quizás las más exitosas de las realizadas en el marco de la división cinematográfica de la Oficina del Coordinador de Asuntos Iberoamericanos, codificaban lo “latino” en una simplificación5, en apariencia, más infantil y amable. Por ejemplo, Saludos Amigos abusaba de los estereotipos de las zonas rurales más exotizables bajo la mirada estadounidense (como ocurría con los personajes andinos a los que Donald se encuentran, cuya vestimenta y forma de vestir retrotrae rápidamente a Pacha en El emperador y sus locuras), y Los tres caballeros iba un paso más allá en la dominación de estos territorios y culturas desde lo patriarcal.
Donald, el protagonista de esta segunda cinta, viaja con sus nuevos amigos para descubrir los territorios que América Latina tiene por ofrecer, y se desvela como macho alfa que quiere acercarse a toda mujer que ve. Se establece, así, un peligroso e involuntario paralelismo entre la llegada del turista y el trasnochado “chiste” de un pato cachondo: América Latina como territorio feminizado, y el turista como un viril conquistador deseoso de poner sus manos sobre ese exótico cuerpo-territorio para hacerlo suyo.
Esta apropiación, compleja y chunga práctica de Disney, aún hoy es habitual en la compañía, aunque de formas más sutiles en las que los espacios a invadir son, más que cuerpos, identidades. Ya sean la exotización de El emperador y sus locuras o las aproximaciones simplistas a las otredades que plantean Coco, Bao, Encanto o Red, la Casa del Ratón sigue anclada en la búsqueda de nichos de mercados transnacionales y/o de experiencias migrantes. Esta y otras cuestiones las tratamos el periodista cultural Alberto Corona y un servidor en el podcast Esta película no podría hacerse hoy:
Hay, también, un punto relevante a destacar tanto en Saludos Amigos como en Los tres caballeros. Las dos películas, especialmente la segunda, han sido motivo de estudio por sus innovaciones técnicas en la combinación de animación e imagen fotográfica, pero, en realidad, esta combinación surgió por necesidad más que por exploración. Y es que, después de varias producciones fallidas, Disney necesitaba ahorrar costes, abaratar sus películas y mejorar el rendimiento de sus estrenos. Algo que ocurriría con Saludos Amigos, que cubrió sus gastos.
Peor suerte corrió Los tres caballeros, un fracaso en taquilla a pesar de la popularidad que alcanzaría más adelante, y que motivó que Cuban Carnival, una tercera película centrada en América Latina, se quedase en el papel. Tras las quejas de Cuba, que en la época era un paraíso turístico para Estados Unidos con el que se mantenían buenas relaciones, por su ausencia en las películas de buena voluntad, el artista Fred Moore, diseñador original de Los tres cerditos, creó un nuevo pájaro cubano que acompañara a Donald, José Carioca y Panchito para mostrarles su país. Incluso los segmentos que la compondrían estaban claros, y Blame it on the Samba, uno de ellos, se haría un hueco entre la posterior Tiempo de Melodía (1948).
El viaje del ratón aún trae cola
El mítico texto crítico Para leer al Pato Donald, ensayo de Ariel Dorfman y Armand Mattelart publicado en 1971 pero con vigencia en la lectura crítica de las tiras cómicas de Disney, describía con tino las argucias del estudio para confrontar territorios que no fueran el estadounidense:
Walt tomó las tierras vírgenes en EEUU y construyó sus palacios de Disneylandia, el reino embrujado. Cuando mira el resto del Globo, trata de encuadrarlo en la misma perspectiva, como si fuera una tierra previamente colonizada, cuyos habitantes fantasmales deben conformarse a las nociones de Disney acerca de su ser. Utiliza cada país del mundo para que cumpla una función modelo dentro de este proceso de invasión por la naturaleza-disney.6
Y el exótico tour de Disney, un hito en la época, no fue una excepción. De hecho, funcionó como exitoso blanqueamiento de una empresa que no mejorar las condiciones de sus trabajadores, y que solo encontró imágenes de las que apropiarse simplificando la idiosincrasia de cada país que visitó con nuevos estereotipos en las producciones de la época. Una imagen que, aun hoy, coletea en el imaginario con obras que refuerzan una imagen simplista de regiones de las que se apropia, como argumenta el crítico Samuel Lagunas en sus textos sobre Coco y Encanto para Cine Divergente.
Las reacciones en la época tampoco tardaron en llegar: en Chile, tras ver que la representación de su país quedó reducida a la de un avión sufriendo para sobrevolar los Andes en Saludos Amigos, el historietista René Ríos Boettiger crearía al popular personaje Condorito; o la ruptura de la colaboración entre Walt Disney y el artista Florencio Molina Campos cuando el segundo entendió que la imagen que Saludos Amigos daba de los gauchos ridiculizaba una figura histórica en el Cono Sur. Pero la impronta de las películas de buena voluntad de la Casa del Ratón se cristalizó en estrafalarias influencias como el ejército mexicano, cuyo Escuadrón 201 adoptó como mascota a Pancho Pistolas, personaje de Los tres caballeros.
La cercanía de Disney con el gobierno estadounidense evolucionó y pasó de la diplomacia panamericana a la propaganda militar. Esta nueva etapa, también mediada por lo económico y que salvaría al estudio de la ruina a la que estaba abocado, tuvo de nuevo a Donald como catalizador y difusor de las ideas que Estados Unidos quería que llegaran a su población: el sufrimiento ante el nazismo a través de una pesadilla, la importancia del pago de impuestos para sufragar gastos militares o la necesidad de la ofensiva contra los japoneses. También daría pie a otra rocambolesca anécdota: la parada del ejército estadounidense en la sede de la compañía en Burbank.
La versión oficialista de este significativo viaje sigue siendo mayoritaria. Lo reflejan la reciente exposición que se ha organizado sobre este viaje, el documental estrenado por Disney realizado en 2008, Walt y El Grupo (dirigido por Theodore Thomas, suerte de nepobaby), las entradas del blog de la fundación de la familia de Disney, el libro South of the Border with Disney: Walt Disney and the Good Neighbor Program del historiador oficial del estudio J.B. Kaufman, los textos descriptivos de las pocas fotografías online del archivo de Disney… Todas coinciden en una visión que enaltece la labor de la comitiva como embajadores y de Walt como un héroe antinazi en algunos casos bochornosos, y por la ausencia de crítica de este viaje como lo que fue: una exotización para explotar relatos del otro desde la simplificación y el estereotipo. En definitiva, una herramienta de imperialismo informal para reestructurar el modelo poscolonial en Latinoamérica con Estados Unidos como nuevo eje de influencia.
A ese respecto, resulta ilustrativo el texto Saludos amigos: FDR’s Good Neighbor Policy, en el que Dale Adams explica el origen de la Oficina del Coordinador de Asuntos Interamericanos, su división cinematográfica liderada por Whitney, la importante impronta económica que supuso para los estudios cinematográficos colaborar con este organismo o la política de Roosevelt para moldear a las naciones y ciudadanías de América Latina a imagen y semejanza de Estados Unidos.
Lénárt, A., América Latina según Whitney y Disney. El cine interamericano de la Política de Buena Vecindad en los años 1930 y 40. Acta Hispanica, 23, pp. 55–67. https://doi.org/10.14232/actahisp.2018.23.55-67, p. 63.
Íbidem.
Traducción propia: (…) mientras que Saludos Amigos y Los tres caballeros fueron encargos, en parte, para desechar los estereotipos negativos sobre las personas latinoamericanas en el cine de Hollywood, un análisis cercano revela que estas películas, en realidad, promueven otros estereotipos no menos imprecisos y, en particular, subrayan las largamente desiguales relaciones entre Estados Unidos y América Latina.
Godlman, K. S., Saludos Amigos and The Three Caballeros: The representation of Latin America in Disney’s “Good Neighbor” Films, en Disversity in Disney Films. Critical Essays on Race, Ethnicity, Gender, Sexuality and Disability, p. 25.
Original: Saludos Amigos and The Three Caballeros both signal a turning point in the history of Disney’s Cinema (…). They introduced the highly stereotypical representations of Latin America and Latin Americans that remained stubbornly consistent throughout subsequent productions.
Traducción propia: Tanto Saludos Amigos como Los tres caballeros simbolizan un punto de giro en la historia del cine de Disney (…). Introdujeron las muy estereotípicas representaciones de América Latina y sus habitantes que se mantuvieron tozudamente consistentes durante sus siguientes producciones.
Íbidem, p. 35.
Dorfman, A., Mattelart, A., Para leer al Pato Donald. Comunicación de masas y colonialismo, p. 57.